miércoles, 15 de octubre de 2008
lunes, 13 de octubre de 2008
Olvídense de elegir el postre
Nota: este se va derechito al concurso literario de este año y fue escrito justamente en el día de la fecha, a dos día de terminarse el tiempo de entrega.
No iba a ser ni la primera ni la última vez que saliendo en horario fuese a llegar tarde. Ya llevaba 15 minutos esperando el colectivo. Rondaban las 21 hs cuando por fin, levanté mi mano derecha e invité a subir a aquellos dos extraños conmigo.
Lo único que le pedí al conductor fue que siguiera derecho, y arrancó.
Yo les expliqué que no le encontraba sentido alguno a que siguieran esperando parados sobra aquella avenida, y pensé para mis adentros – ¿cómo ninguno se había fijado en el otro? -
Ella con su pelo virgen, extremadamente largo y él con su atuendo tan elegantemente casual. Ambos sufrían de miopía pero no creo que fuese eso, lo que no les permitía notar lo bello que se verían juntos.
Durante las primeras cuadras, se sentía dentro del vehículo un aire cargado de preocupaciones. Luego se relajaron y aceptaron que era, probablemente, su última oportunidad para disfrutar juntos.
Para ser sincera su historia me conmovió, y preferí subirlos al taxi conmigo, dejando de lado mi tiempo y punto de llegada. Quise realizar mi buena acción del día. En mi familia siempre se acostumbra contar las buenas acciones de la semana durante las cenas de los viernes; quien cuenta la mejor, entre otros tantos puntos a favor, elige el postre; y estaba segura que ésta superaría a todas las demás.
Era realmente melosa, diez años de convivir para evitar gastos mayores y discutir de celos por las visitas - sin admitirlo - , para ahora por motivos profesionales salir disparados cada uno para un continente distinto. Tan alejados… Realmente una buena acción empalagosa.
Los oí hablar de sus proyectos a futuro y prometieron enviarse cartas repletas de novedades y postales para las fiestas. Casi sin darse cuenta, se juraron amor eterno…
Bajamos y ya en el aeropuerto, me agradecieron la locura que había cometido por décimo quinta vez. Los ví abrazarse e ir alejándose sin las agallas suficientes para voltear a mirarse un último momento.
Comencé a caminar, en busca de otro taxi y pensé lo maravilloso que hubiese sido para mi buena acción del día, un beso final. Entonces corrí, la tomé por el brazo y la empujé contra él.
No sólo hubo un beso final, sino que fue el más tierno que presencia en carne y hueso. Ni tan desesperado, ni dudado. Lleno de cariño. Era más que esperado, solo necesitaban de ese empujón. De tal modo, que me hubiese encantado poder fotografiarlo y llevarlo como prueba de que no exageraba,- a la cena- a la que obviamente estaba llegando extremadamente tarde.
De todas maneras, encontré un teléfono público; y con la única moneda de 25 centavos que tenía, llamé a mi hermana. Le expliqué que estaba llegando tarde porque no encontraba ese helado carísimo que tanto me gusta, y que se fijara bien a quién le ponía la hoja de laurel en el plato de pastas, ya que creía que esta noche, yo debía gozar del privilegio de no lavar los platos.
No iba a ser ni la primera ni la última vez que saliendo en horario fuese a llegar tarde. Ya llevaba 15 minutos esperando el colectivo. Rondaban las 21 hs cuando por fin, levanté mi mano derecha e invité a subir a aquellos dos extraños conmigo.
Lo único que le pedí al conductor fue que siguiera derecho, y arrancó.
Yo les expliqué que no le encontraba sentido alguno a que siguieran esperando parados sobra aquella avenida, y pensé para mis adentros – ¿cómo ninguno se había fijado en el otro? -
Ella con su pelo virgen, extremadamente largo y él con su atuendo tan elegantemente casual. Ambos sufrían de miopía pero no creo que fuese eso, lo que no les permitía notar lo bello que se verían juntos.
Durante las primeras cuadras, se sentía dentro del vehículo un aire cargado de preocupaciones. Luego se relajaron y aceptaron que era, probablemente, su última oportunidad para disfrutar juntos.
Para ser sincera su historia me conmovió, y preferí subirlos al taxi conmigo, dejando de lado mi tiempo y punto de llegada. Quise realizar mi buena acción del día. En mi familia siempre se acostumbra contar las buenas acciones de la semana durante las cenas de los viernes; quien cuenta la mejor, entre otros tantos puntos a favor, elige el postre; y estaba segura que ésta superaría a todas las demás.
Era realmente melosa, diez años de convivir para evitar gastos mayores y discutir de celos por las visitas - sin admitirlo - , para ahora por motivos profesionales salir disparados cada uno para un continente distinto. Tan alejados… Realmente una buena acción empalagosa.
Los oí hablar de sus proyectos a futuro y prometieron enviarse cartas repletas de novedades y postales para las fiestas. Casi sin darse cuenta, se juraron amor eterno…
Bajamos y ya en el aeropuerto, me agradecieron la locura que había cometido por décimo quinta vez. Los ví abrazarse e ir alejándose sin las agallas suficientes para voltear a mirarse un último momento.
Comencé a caminar, en busca de otro taxi y pensé lo maravilloso que hubiese sido para mi buena acción del día, un beso final. Entonces corrí, la tomé por el brazo y la empujé contra él.
No sólo hubo un beso final, sino que fue el más tierno que presencia en carne y hueso. Ni tan desesperado, ni dudado. Lleno de cariño. Era más que esperado, solo necesitaban de ese empujón. De tal modo, que me hubiese encantado poder fotografiarlo y llevarlo como prueba de que no exageraba,- a la cena- a la que obviamente estaba llegando extremadamente tarde.
De todas maneras, encontré un teléfono público; y con la única moneda de 25 centavos que tenía, llamé a mi hermana. Le expliqué que estaba llegando tarde porque no encontraba ese helado carísimo que tanto me gusta, y que se fijara bien a quién le ponía la hoja de laurel en el plato de pastas, ya que creía que esta noche, yo debía gozar del privilegio de no lavar los platos.
Marcas de tí
a seguirrr
Marcas de tí, recuerdos de mi niñez. Llevo en mi nariz una perforación que representa mis mentiras, y no creció tanto como para asemejarme a Pinocho. Llevo también en mi rodilla izquierda una cicatriz que me curo alguien ya bajo tierra y un lunar en mi cara que marca mi origen.
Marcas de ti, recuerdos de mi llanto. Llevo en mi muñeca el arrepentimiento ya casi invisible y en mi otra rodilla, la derecha, un tajo que puso fin a mi auto-castigo, a mis causas y consecuencias.
Marcas de tí, recuerdos de mi niñez. Llevo en mi nariz una perforación que representa mis mentiras, y no creció tanto como para asemejarme a Pinocho. Llevo también en mi rodilla izquierda una cicatriz que me curo alguien ya bajo tierra y un lunar en mi cara que marca mi origen.
Marcas de ti, recuerdos de mi llanto. Llevo en mi muñeca el arrepentimiento ya casi invisible y en mi otra rodilla, la derecha, un tajo que puso fin a mi auto-castigo, a mis causas y consecuencias.
Inevitable 09/10/08
Pasan los autos y el pasto nos rodea, Los arboles nos cubren y la sombra, ya no tan placentera, nos pone la piel de gallina.
Una vez más tengo a alguien recostado sobre mis piernas. Alguien en que de alguna manera confiar, alguien que por momentos me presta sus ojos, su voz y sus labios.
Lo voy a extrañar, pero de una manera sana. Ya no soy igual, como bien sabemos la vida me llevo a sentir distinto. Y juro que esta vez va a ser sano, porque él lo permite así. Se va a hacer notar la ausencia de su respiración tan cerca. Es todo puramente natural y tanta la comodidad entre los dos. Inevitable, creo una vez más y mantengo la calma como nunca hice.
Una vez más tengo a alguien recostado sobre mis piernas. Alguien en que de alguna manera confiar, alguien que por momentos me presta sus ojos, su voz y sus labios.
Lo voy a extrañar, pero de una manera sana. Ya no soy igual, como bien sabemos la vida me llevo a sentir distinto. Y juro que esta vez va a ser sano, porque él lo permite así. Se va a hacer notar la ausencia de su respiración tan cerca. Es todo puramente natural y tanta la comodidad entre los dos. Inevitable, creo una vez más y mantengo la calma como nunca hice.
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