Creo que si las cosas no se hubieran dado de esta manera, jamás podría haber contado esta historia que me recorre de pies a cabeza, tantopor fuera como por dentro.
Recuerdo mejor que nunca aquel día, aunque no haya ocurrido. Sí, sueño mucho despierta; pero esta vez sucedería tal cuál mi imaginación me lo permitió ver.
Allí estaría esperándote puntualmente, como pocas y casi nulas veces pasa en nuestros encuentros. El sol, parecería sonrojarme como si me hubiera acompañado durante largas horas de un día caluroso, sin embargo, al llegar a esa esquina las nubes lo taparon y anciaron mis ganas de esperarte sin tener que cubrirme bajo algún negocio.
Cada semáforo verde significaba la búsqueda fija de la única linea de colectivos con la que sabemos llegar. Mis ojos se detenían en cada abrir y cerrar de sus ruidosas puertas, y mi corazón volvía a su pulso normal al notar que no bajarías en aquel que yo creía.
Algo cansada de esperar ya que la búsqueda era intensiva y llevaba varios semáforos, decidí sentarme junto a la entrada de aquel local que se caracterizaba por su blancura.
Pasaron algunos semáforos más (aprendí a no contarlos porque me pierdo) y por fin logré reconocerte ya a mitad de cuadra entre la tanta gente que hacía cola para bajar.
Tus ojos claros brillaban algo más de lo común y tu sonrisa se mantenía intacta, fresca, hermosa como siempre... Bajaste con esa lentitud que tenés para caminar y mostraste algo de rapidéz en tus siguientes pasos para llegar hasta mí con la intensión de abrazarme.
En ese preciso momento, mientras me tenías envuelta en tus brazos, sentí el impulso más hermoso, el de besarte frente a todos sin importar lo que pensaran al ver esa imagen, que para mi, es la mayor muestra de amor existente. (Incluso recuerdo que me hayas comentado que me encontras bella al hacerlo y que debería verme)
Respiré profundo, corto, sin sonido y enfrenté a tus labios lentamente. Los rocé y jugué con ellos por milésimas de segundo.
Y mientras me hundía en tus ojos que habían reconocido y aceptado el mensaje de mi mirada, acaricié tu rostro y continué por tu cuello, llegando a tu pelo.
Entonces por fín de besé y el mundo se congeló en ese instante de largos segundos en el que tus manos pasearon desde mis hombros hatas casi mis caderas.
Realmente nada parecía importarnos. El ruido y estrés de los autos y sus pasajeros, sonaban como música de fondo. La luz del mediodía parecía iluminarnos como si fuesemos las estrellas de la esquina. Incluso no sé percibía ningún movimiento que no perteneciera a nuestra anatomía.
Me alejé de tu boca tan deseada dándole fin a ese maravilloso momento y pude ver en tu cara esa sonrisa llena de felicidad de la cuál tan orgullosa me siento. Mostraba más satisfacción de la que cualquier persona que te llegara a amar como yo, pediría o pudiera esperar.
Te tomé de la mano para comenzar a caminar y te dirigí un suave "hola", al que me respondiste "no veía la hora de llegar" mientas emprendiamos viaje.
Caminamos, sin siquiera tener la intensión de fijarnos si realmente se había congelado o no el mundo, si habían notado todo ese amor que nos unía. Estabamos, una vez más, solamente vos y yo, caminando.
miércoles, 20 de febrero de 2008
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